Homenaje a Leonard Cohen

Los tipos que inventaron nuestra vida se están yendo. Yo no sería quien soy sin Cohen.

 

Cuando mis padres decidieron comprar un equipo de música el segundo CD que entró en casa, después de uno de guitarra clásica, fue el “Songs of Love and Hate” de Cohen. Los dos cambiaron mi vida. “Avalanche” me atrapó, y seguramente ahí seguiré siempre, con esa manía de buscar la belleza en el drama.

Luego en casa de un tío mío (al que le he robado muchos discos que no me ha reclamado, haciéndose el tonto, cosa que le agradezco de corazón) encontré el “I’m your man” y un recopilatorio que me descubrieron que Leonard llegaba mucho más lejos. En vez de quedarse en la tristeza y la soledad del “Songs of Love and Hate” era también capaz de reírse de sí mismo a carcajadas, de encajar los puñetazos de la vida sin perder la compostura, de hablar de amor sin ser cursi, de molerte a palos y dejarte tan contento, y, sobre todo, de hablarle a Dios a la cara. Sus diálogos con Dios siempre me han impresionado. Para un ateo como yo saber que Cohen ha dedicado tantas canciones a Dios crea serias dudas. Si Cohen cree, seguramente es que hay un Dios.[/vc_column_text]

Ahora que estamos preparando un nuevo disco es duro hacer letras recordando que cada frase suya transmite sabiduría y belleza.
Da un poco de vergüenza hacer canciones, que se supone que es lo que también hace Cohen. Se siente uno muy ridículo. Pero es que él siempre estuvo en un nivel diferente: sus palabras y su voz no entran por los oídos. Entran por el corazón y se quedan dentro de ti. Esa es su magia y su poder.

Tengo una foto de Leonard en la cocina. La miro muchas veces. Me tranquiliza mucho, me pone contento. Debajo tengo una entrada del único concierto suyo al que pude ir. Siempre recordaré la sensación de belleza absoluta que sentí viéndolo por fin, la mezcla de tristeza y alegría al oír por fin en directo “Bird on the wire”, “Who by fire” o “The partisan”. Si alguna vez he conocido una experiencia mística, fue esa noche, al oírlo y ver que pese a sus setenta y tantos años entraba dando saltitos al escenario como si fuese un duende. Era a la vez un niño y un anciano, y juro que tenía aura, y que no era por el técnico de luces.

Es un tópico decir que hemos perdido belleza y sabiduría sin él. Es otro tópico decir que siempre nos quedarán sus canciones, su voz y sus palabras. Y otro más que es inmortal.

Pero qué le vamos a hacer, no somos tan brillantes como Leonard, y nos tenemos que defender a base de tópicos. Para mí Leonard Cohen siempre será el gran maestro que supo extraerle a la vida todo el jugo y nos lo dejó concentrado en canciones eternas. Las canciones pop pueden ser banales y comerciales, objetos absurdos y efímeros, materia gris y polución ambiental. Pero las canciones pop pueden llevarte más lejos que ninguna otra cosa. Hay más verdad y más belleza en 4 minutos de una canción de Leonard Cohen que en kilómetros de bibliotecas y museos.

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